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En la lejana tierra de Japón, existe una antigua práctica conocida como el "Hanami", que se traduce literalmente como "mirar las flores". Esta tradición se centra en la contemplación de las delicadas flores de cerezo que adornan la primavera japonesa, y con el tiempo, ha trascendido fronteras y se ha convertido en una hermosa costumbre que invita a observar la belleza de todas las flores, árboles y plantas.
Cultura 11 de octubre de 2023 Hanni HEl "Hanami" va mucho más allá de la simple admiración de lo visual; es una experiencia que profundiza en la conexión entre el ser humano y la naturaleza. Cada flor, sin importar su origen, se convierte en una puerta de entrada al universo, manifestando su singularidad en formas, colores y fragancias únicas.
Este rito de observación floreció al inspirar una profunda reflexión sobre la vida y la existencia misma. En su corazón, mirar una flor es contemplar un fragmento de la creación, una esencia que se manifiesta en la aparente simplicidad de un pétalo o en la complejidad de una rosa.
Un poco de historia:
Esta tradición no solo celebra la efímera belleza de los sakura, sino que también tiene raíces históricas que se remontan a siglos atrás.
En los albores de la civilización japonesa, la floración de los cerezos marcaba el inicio de la primavera, un indicativo crucial para los agricultores que esperaban el momento adecuado para plantar arroz, un alimento esencial. Los cerezos eran considerados seres sagrados en esta época, y se creía que las almas de los dioses de las montañas residían en ellos.
Los agricultores veneraban a estos árboles y creían que cuando las flores rosadas del sakura estaban en plena floración, los dioses descendían a las aldeas y se convertían en arrozales para bendecir la cosecha. Así, el Hanami nació como una tradición religiosa.
Sin embargo, no fue sino hasta el período Nara (710-784) que esta costumbre comenzó a transformarse en la festividad secular que es hoy en día. Se cree que el Hanami tiene sus raíces en China, específicamente en la dinastía Tang, que solía contemplar las flores del ciruelo. Inicialmente, esta festividad estaba reservada a las clases más altas de la sociedad japonesa y se relacionaba con los emperadores.
Durante la Era Heian (794-1192), la flor del sakura se convirtió en un símbolo distintivo de Japón, y el Hanami se centró en la observación de las flores de cerezo exclusivamente. Esto se debió a los esfuerzos de Japón por destacar su singularidad cultural en Asia, y se consolidó gracias a menciones en la literatura clásica japonesa, como el "Genji Monogatari", así como en los populares poemas haiku y waka de la época.
Lo que más admiraban los japoneses de los sakura era su belleza y lo efímeras que son sus vidas, ya que florecen durante solo un par de semanas al año. Este simbolismo de belleza y brevedad se arraigó en todas las capas de la sociedad japonesa, y los cerezos se convirtieron en un símbolo único de la nación.
Durante el período samurái, la vida fugaz de las flores de sakura adquirió un significado aún más profundo y se relacionó con el bushido, el camino del samurái. Los samuráis consideraban que morir en plenitud de vida era honorable, y el hanami estaba intrincadamente ligado a esta filosofía. Como los cerezos, los samuráis caían en la cúspide de su existencia y luego desaparecían, como una lluvia de pétalos que no llegaban a marchitarse en las ramas.
La leyenda sugiere incluso que las flores de sakura eran originalmente blancas pero se tiñeron de rosa por la sangre de los samuráis que cometieron el ritual del seppuku o harakiri cerca de estos árboles, como un intento de capturar la belleza antes de morir.
Durante el período Azuchi-Momoyama (1568-1600), la tradición de celebrar la floración de los sakura bajo los propios árboles se hizo famosa gracias a las festividades del emperador Toyotomi Hideyoshi. Aunque inicialmente reservada para la aristocracia, esta costumbre se extendió gradualmente a todas las capas de la sociedad, aunque las clases más humildes preferían admirar los cerezos en las montañas.
Con el advenimiento del período Edo (1600-1867), las clases más bajas también participaron en las festividades urbanas del hanami, gracias a los esfuerzos de los emperadores, quienes plantaron cerezos en parques urbanos en ciudades importantes como Tokio y Kioto, promoviendo así esta tradición entre las masas.
En la actualidad, miles de japoneses se reúnen en parques, jardines y montañas bajo los cerezos en flor para disfrutar de un picnic rodeados de sakura. Con la posibilidad de llevar comida y bebida a estas celebraciones, el hanami se ha convertido en una verdadera fiesta que a menudo se extiende hasta la noche, conocida como yozakura, cuando la contemplación de los cerezos bajo la luz de la luna añade un toque mágico a esta tradición.
A pesar de que algunos argumentan que el hanami ha perdido parte de su antigua esencia debido al ambiente festivo que lo rodea en la actualidad, no cabe duda de que experimentar esta costumbre japonesa sigue siendo una experiencia única y espectacular que todos deberían vivir al menos una vez en la vida.
El "Hanami" nos enseña a disfrutar del silencio y la quietud, invitándonos a un viaje hacia nuestro interior. Al mirar una flor, nos enfrentamos a nuestro propio ser, similar a la flor en un capullo, esperando a desplegar su verdadera belleza. ¿Acaso nuestro corazón no puede ser como una flor que guarda tesoros ocultos en su interior?En este momento, en una primavera que parece resistirse a llegar, el "Desafío Hanami" es una invitación a mirar las flores de nuestro alrededor y redescubrir la belleza y la capacidad de sorprendernos.
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