14 de junio: Día Mundial del Donante de Sangre

El 14 de junio de 2024, el mundo celebra el 20.º aniversario del Día Mundial del Donante de Sangre, una ocasión trascendental para reflexionar sobre los logros alcanzados, abordar los desafíos actuales y visualizar un futuro con acceso universal a transfusiones de sangre seguras. Este año, la campaña global se desarrolla bajo el lema “20 años celebrando la generosidad: ¡Muchas gracias, donantes de sangre!”, conmemorando las dos décadas de impacto positivo de la donación de sangre en la vida de pacientes y donantes.

La campaña de este año no solo agradece a las personas que salvan vidas con sus donaciones de sangre, plasma y plaquetas, sino que también hace un llamamiento a la acción, motivando a más personas a unirse al movimiento mundial de donación de sangre. Las transfusiones de sangre juegan un papel fundamental en la atención de salud, beneficiando a pacientes con problemas de salud que ponen en riesgo su vida, permitiéndoles vivir más tiempo y con mejor calidad de vida. Además, son esenciales en procedimientos médicos y quirúrgicos complejos, así como en los servicios de atención maternoinfantil y en situaciones de desastres naturales o provocados por el hombre.

Pese a la importancia de las transfusiones, en muchos países la demanda de sangre supera la oferta, presentando un desafío para los servicios de sangre que deben asegurar la disponibilidad y, simultáneamente, garantizar la calidad y seguridad de la sangre. Las donaciones de sangre voluntarias y no remuneradas son la base de un suministro seguro y suficiente, desempeñando un papel crucial en el apoyo a pacientes con diversas afecciones crónicas, como la hemofilia y las deficiencias inmunitarias.

En mayo de 2005, durante la 58.ª Asamblea Mundial de la Salud, ministros de salud de todo el mundo expresaron su compromiso con la donación voluntaria de sangre a través de la resolución WHA58.13, instituyendo el Día Mundial del Donante de Sangre. Esta resolución insta a los Estados Miembros a implementar y apoyar programas de sangre sostenibles, coordinados a nivel nacional y bien organizados, con sistemas de regulación apropiados, para garantizar que haya sangre segura en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades de los pacientes.