El 13 de octubre de 1972 será recordado por el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. El avión se trasladaba de Montevideo (Uruguay) a Santiago (Chile). Los pilotos creyeron en ese momento que habían sobrevolado Curicó, descendieron erróneamente e impactaron con el filo de una montaña en la Cordillera de los Andes. Solo 16 de los 45 ocupantes sobrevivieron.
Cultura 12 de enero de 2024
Alejandra Fernandez
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya causó conmoción en la sociedad luego de saberse que había sobrevivientes tras haber pasado 72 días de la peor tragedia aérea en la historia. Durante esos días en el infierno blanco y frío hicieron hasta lo imposible para sobrevivir.
Después de varias semanas, dos jóvenes sobrevivientes, Roberto Canessa y Fernando Parrado, decidieron emprender una ruta en busca de ayuda. Luego de caminar 38 kilómetro, subir un pico de 4.650 metros y caminar durante diez días, se encontraron al otro lado de un río con su salvador, un arriero chileno.
Sergio Catalán fue quien tuvo contacto por primera vez con Canessa y Parrado. El hombre vivía en Puente Negro (Chile) y el 21 de diciembre de 1972, cuando pastoreaba su ganado junto a dos de sus hijos, uno de ellos, vio que alguien llamaba su atención desde la otra orilla del Río Barroso; eran Fernando Parrado y Roberto Canessa.
Pese a que Roberto y Fernando gritaban desde el otro lado del río, Sergio no logró oíros debido al ruido de la corriente y la distancia a la que se encontraban.
El arriero no dudó en detenerse en el lugar para saber quienes eran aquellos hombres que alzaban y agitaban los brazos con euforia.
Canessa y Parrado no se rindieron, era la primera vez que se sintieron a salvo luego de la terrible tragedia que los atormentaba.
Del otro lado del río, Catalán les arrojó una libreta y una lapicera a sus interlocutores. Estos se la devolvieron con un mensaje de ayuda: "Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?
Sergio Catalán no podía creer lo que estaba leyendo, en respuesta les lanzó cuatro panes e hizo entender que volvería por ellos. De inmediato, cabalgó 10 horas hacia el oeste para buscar ayuda, durante el camino se encontró con otro arriero y le pidió que cabalgara hacia el otro lado del río y llevara a Fernando y Roberto a Los Maitenes.
El arriero llegó a Puente Negro donde se encontró con carabineros, explicó lo sucedido e insistió sobre lo que había visto ya que las autoridades no le creían. Ante la insistencia y luego de mostrar la carta de los sobrevivientes, los carabineros trasladaron el mensaje a Santiago de Chile. A partir de ese momento se puso en marcha el operativo que daría fin al triste hecho que había durado 72 días.
En la tarde del 22 de diciembre de 1972, los helicópteros de rescate llegaron finalmente a los sobrevivientes.
Luego del rescate, los sobrevivientes crearon una sólida relación con Sergio y sus hijos a tal punto de llamarles "papá" y "hermanos". Años después, en julio de 2007, el arriero necesitaba operarse debido a una artrosis en la cadera y recibió la ayuda de "sus hijos uruguayos" que financiaron el costo total de la intervención quirúrgica y la prótesis que Sergio necesitaba. La operación se logró con éxito.
Sergio Catalán falleció a la edad de 91 años en Puente Negro el 11 de febrero de 2020, a su funeral asistió Gustavo Zerbino, uno de los supervivientes de la tragedia. Sus restos descansan en el cementerio Parque San Fernando.
Durante su vida obtuvo varios reconocimientos por su papel en el rescate. En 2008 fue nombrado hijo ilustre de la comuna de San Fernando. En 2013 se inauguró en Montevideo el Museo Andes 1972 en la que se encuentra una sala llamada "El Arriero", en dicha sala en 2016 se realizó un homenaje con la presencia de Sergio y se descubrió un monumento que lo representa. Sin dudas, el mejor reconocimiento que Sergio pudo haber recibido fue el cariño y respeto de toda una sociedad que lo acompañó, en especial la de los sobrevivientes del milagro en Los Andes.
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