El Día Nacional del Trabajador Vitivinícola es mucho más que una fecha en el calendario; es un tributo a quienes realizan las labores desde la siembra hasta la distribución del producto.

La historia de esta celebración se remonta a 1991, cuando en el departamento de San Rafael, provincia de Mendoza, se firmó un acta acuerdo que estableció formalmente este día de reconocimiento. Desde entonces, el 1 de febrero se convirtió en una jornada para rendir homenaje a los trabajadores que, con esfuerzo y dedicación, contribuyen a la excelencia vinícola argentina.

El vino ocupa un lugar privilegiado en la cultura y la identidad nacional, siendo la bebida por excelencia en la mesa de los argentinos. Datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura revelan que, en 2020, el consumo de vino experimentó un notable incremento del 6.5% con respecto al año anterior, alcanzando unos 57 millones de litros adicionales. Este dato equivale a un promedio de 21 litros por persona, evidenciando el arraigo y la preferencia de los argentinos por esta bebida.

Además de su exquisitez, el vino también ofrece beneficios para la salud. El resveratrol, presente en la piel de las uvas tintas, es conocido por retardar el envejecimiento, siempre y cuando se consuma con moderación. Asimismo, compuestos presentes en las uvas fermentadas en vino pueden contribuir a prevenir infecciones de las encías y reducir el colesterol, gracias a su contenido de polifenoles, antioxidantes que protegen nuestros vasos sanguíneos.

No podemos pasar por alto el impacto positivo del vino en la salud cardiovascular, gracias a la presencia de vitamina E que contribuye a la limpieza de la sangre y los vasos sanguíneos. Estos beneficios, sumados a su incomparable sabor y su lugar destacado en la cultura argentina, hacen del vino una bebida que merece ser celebrada y apreciada en el Día Nacional del Trabajador Vitivinícola.