Historias de Navidad

Actualidad24 de diciembre de 2023 Juan B

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Hace muchos años cuando viajaba por el mundo con mi resumida mochila, me sucedieron varias situaciones que marcaron las arrugas de mi rostro. Siento que llega un momento que hay que publicar estas historias para que no se mueran en una triste biblioteca que aún mi hija no visita por su corta edad.

Venía desde Saqqara, Egipto, y tenía que hacer trueque, entregar mi walkman y la poca ropa que tenía, necesitaba comer y poder pagarle a un guía para que me cruzara por el desierto porque quería ir más allá del Canal de Suez.

Caminando por otras tierras, me encontré en las fechas de Navidad lejos de mi hogar, obvio mi padres siempre preocupados por saber dónde estaba. Las cartas ayudaban a dar una cierta posición de donde me podría encontrar, ustedes saben que toda madre siempre quiere saber de su hijo; lo que escribía era para calmarlos y decirles que estaba bien, el papel decía que extrañaba la comida en casa, aunque el falafel y la baklava ya eran parte de mí pobre dieta.

La navidad en otros lugares del mundo no son mesas repletas de vitel toné, ensalada rusa, carne asada y Cabernet Sauvignon; en otros paisajes extraños, la humildad del té, los frutos secos y el perfume del incienso, el benjuí o el sándalo decoran el ambiente y hacen una geografía especial para aquellos que buscamos la luz divina de estas fechas. El fenómeno de la reunión social del tiempo que representa la Navidad de hoy podría explicarse en pelearse en la fila del super por la promoción del pan dulce; mientras que la ciencia explica que la época del solsticio de invierno en el hemisferio norte y de verano en el hemisferio sur ha sido siempre un tiempo festivo para los pueblos, yo estaba en lo opuesto; en un Oriente mágico. Gracias a mi joven guía y luego de varios días, me encontraba viviendo bajo una carpa en el medio de la nada, como escribo nada de nada, menos mal que había dejado de fumar. La tarea que primero te encomiendan los hombres espirituales es que calles tu razón que aquí no tiene valor, porque confunde y te pierde, y que cada criatura debe encontrase con su Creador.

Hay un lugar que se llama corazón, lugar que visitamos pero con la razón y la razón trae bastante problemas para dialogar y al corazón no se le puede ir con reglas. Llegado el momento de la Nochebuena, entendí que íbamos a brindar con un té tibio e íbamos hacer silencio, nada más lejano que eso. Luego del intenso calor, en las dunas se pone fresco durante la noche y el cielo parece que está al alcance de la mano. Nos dispusimos lo más cómodo, algunos ya recitaban sutras, se acercaba la hora, para nosotros sería chocar copas, pero aquí no. Todos son llamados a mirar el cielo, pero el otro, el que portamos desde el nacimiento. Aprendí que la creación es música, por donde la mires. La nube de mirra e incienso y el calor de la llama de los cirios, me transportaban a los ermitaños en sus cuevas que alguna vez había visitado; me vino como látigo que Occidente es todo lo contrario; luces destellantes de la ciudad de la furia, música potente sin ritmo, el hablar o el parloteo es una moda que disfraza lo que buscamos y le tenemos pánico, y lo peor, el miedo es nuestro atuendo. La voz interior habló una sola vez y me callo la razón, se rompió el molde para construir otro. Conócete a ti mismo. Solo fue eso. Conócete a ti mismo. 

Viajar con arena en los pies fue una renuncia de todos los días, pero el viaje al interior de uno mismo tiene otras incomodidades, el examen de uno mismo es mortal, te destruye y te entierra, pero te salva y te pone de pie otra vez. Cuando la nochebuena se me hizo en Oriente, comprendí que era una fiesta, pero una fiesta de la persona humana, conoce a ti mismo y conoce más de ti que de los otros. El examen no termina con jueces apuntándote con un dedo y diciéndote que eres culpable, finaliza con recoger lágrimas y regar el alma para que tenga paz. La verdad es así, pura luz que se te presenta y abre misterios. Conócete a ti mismo es un Sol. La nochebuena es un Sol, un Sol de la verdad, aceptar que cada uno tiene su Belén y hay que viajar a ese interior para saber la verdad de quien sé es y que es lo que se quiere en esta corta vida.

El día caluroso me llevo a las afueras de las dunas, mientras caminaba, me di cuenta que todos tenemos otra oportunidad para comenzar y para ser feliz. En la frontera mientras presentaba mi pasaporte estaba el joven guía “Aderfi”, su pueblo era de los bereber, me estaba devolviendo mi amado walkman y algunas cosas. Le pregunte: "¿Por qué?", me respondió: “Ya eres uno de los nuestros, te llevas tu propio desierto, ve en busca de tu vida plena”.

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